Fui a un paseo de dos días a una de parcela, era un lugar
rural con calles que no estaban pavimentadas ni parecían querer estarlo.
Cuando estaba ahí me di cuenta que me quería ir pero no
podía, es como si algo dentro de mí me lo impidiera, como si yo quisiera irme
pero yo me lo impidiera. Tal vez miedo de irme solo.
Había ido con varias personas, no recuerdo cuantas, de todas
estas solo conocía a una, una mujer llamada Catalina. La conocí en la
universidad, era la amiga de un amigo que conocí también en la universidad y
quien acostumbraba a retrasarse con los ramos, en uno de esos tantos ramos que
tuvo que tomar por segunda o tercera vez la conoció a ella. Nunca hablamos
mucho y solo una vez le dirigí la palabra directamente. Estábamos en una plaza
cerca de la facultad fumando marihuana con unos compañeros. Justo me había
quedado a su lado, supuse que quiso hablarme ya que todo el resto se hablaba
entre sí, generando un ruido inentendible y muy caótico. Me pregunto cuántos
años llevaba estudiando, yo le conteste que este era mi quinto y espero último
año, al terminar de hablar olvide ser cortes y no le hice la pregunta de
vuelta, me puse a mirar unos juegos que habían en la plaza donde dos hermanos
gemelos jugaban mientras la mamá los miraba, cuando me percate de mi poca
empatía volteé la cabeza rápidamente, la mire y le dije un poco apurado «¿Y tú
cuanto tiempo llevas?». Ella sorprendida y con una pequeña sonrisa respondió
que estaba recién en su segundo año. Luego seguimos hablando de algunos
profesores y cosas varias. Cuando comenzó a oscurecer se fue junto con dos de
sus amigas, después de unos minutos me comencé a aburrir y también me fui.
El paseo era organizado por la directiva de la facultad y
todavía no sé porque se me ocurrió que sería buena idea ir, desde un principio
sabía que ninguno de mis amigos iría.
El primer día no hice mucho, llegamos para el almuerzo y después
de comer recorrí el lugar, ya para el atardecer me senté a leer en una banca
que estaba al costado de una cancha de pasto, pasaron las horas y empezó a
hacer frío por lo fui a la casa. Al llegar vi que estaban bebiendo y fumando
cigarros alrededor de una mesa en la cual había un montón de trago, un tipo me
dijo que los acompañara, al ver que no había ninguna silla disponible me apoye
en una baranda que quedaba a un lado de la mesa y donde vi a otras personas
también. El lugar no estaba a oscuras y salvo una lámpara que apuntaba a la
mesa, no había nada más que pudiera iluminar y como el cielo estaba nublado la
luna no se veía por lo que la mayoría de rostros no los podía ver. Luego de un
rato ciento una mano que toca mi hombro y una voz con un tímido «hola Andrés»
lo acompaña, apenas podía ver un rostro con una sonrisa que me preguntaba cómo
estaba, respondí y pregunte de vuelta sin saber bien quién era, escucho su
respuesta y recién ahí pude reconocerla, era Catalina que se encontraba a una
persona de distancia. Me acerque a ella e intercambiamos un par de palabras,
rápido me di cuenta que no era necesario que me acercara tanto ya que no nos
dijimos casi nada, termine la cerveza que me estaba tomando un poco apurado y
me fui a acostar sin despedirme de nadie.
Antes de llegar a la habitación donde debía dormir tome mi
celular y marque el número de mi casa para hablar con mi madre. Al principio no
contesto nadie y al tercer intento sin éxito preferí enviarle un mensaje de
texto a su celular diciéndole que ya me iba a acostar y que estaba bien.
Me fui a dormir a una de las habitaciones más pequeñas que
habían y que tenía tres camas a ras de suelo, al apagar la luz y tirarme en la
cama me di cuenta que estaba completamente oscuro. Paso un rato mientras miraba
el techo y pensaba en qué hacer con mi vida cuando entro Catalina a la
habitación y se acuesta a mi lado, comenzamos a hablar un rato. Conversamos del
lugar en el que estábamos, ella decía que le gustaba, que era bastante lindo y
que le gustaría vivir en un lugar así, yo le dije que ya no aguantaba más, que
estaba aburrido y no lo soportaba, no por el lugar si no por la compañía que no
era la más agradable para mí. Ella es de piel blanca con el pelo oscuro que le
llega hasta los hombros y un poco más baja que yo. También tiene unos cuantos
tatuajes, uno en el antebrazo izquierdo y otros varios en los muslos, tiene
flores de distintos tipos y unas cuantas abejas que parecieran recorrer su
cuerpo para llegar a las flores.
Recuerdo que nombro una fecha (lejana), también menciono un
lugar (que queda en el extremo sur de chile) y por ultimo menciono un
acontecimiento. No recuerdo de que era lo que decía, tampoco como comenzó a
contarme eso, pero si recuerdo que a la mitad de la historia se calló, volteo
su cabeza para poder ver mi rostro, su pálida cara apenas se distinguía en la
oscuridad de la habitación, parecía estar un poco triste y con muchas ganas de
encontrar mis ojos. Pasaron unos
segundos de silencio y volvió a mirar el techo y siguió contando la historia
como si nunca hubiera hecho esa pausa. Me había concentrado más en ver como
movía los labios que en lo que quería contar, tal vez es por eso que no
recuerdo nada de lo que dijo.
Luego de un pequeño suspiro y un silencio, puso una de sus
piernas sobre las mías y eso me gusto, siempre me ha gustado sentir las piernas
de una mujer entre las mías. Comencé a tocar su pierna con mi mano derecha, acerque
mi cara a la suya para besarla, después de besar su boca bese el resto de su
cuerpo, cuando llegué a los pechos me fui primero la izquierdo, donde me di
cuenta que tenía un piercing en el pezón que me complico un poco ya que me pincho
la boca, nunca había besado a una mujer con piercing pero por suerte ella solo
tenía uno, ya que el pecho derecho estaba intacto y es ahí donde puse mis
esfuerzos. Me gustaron especialmente sus manos, que eran suaves y frías tal
como me gustan. Ahora llega el momento de tener sexo, no tenía condones y ella
pareciera ser una mujer que no lo hace sin condón, pero eso era mejor para mí
ya que no tenía ganas, por mí me quedaría besándola toda la vida, o por lo
menos toda una vida ya que la mía no la iba a desperdiciar en besar a una mujer
inesperada.
Al otro día desperté gracias al sol que entraba por la
ventana y llegaba directo a mi rostro, busque con mis manos el cuerpo de
catalina pero no lo encontraba, por lo que me puse los lentes y al mirar me di
cuenta que ya no estaba. Las otras camas estaban ocupadas por una chica que
dormía excesivamente abrigada y dos sujetos que dormían juntos y con ropa. Me
volví a recostar en la cama y me quede mirando el techo que esta vez estaba
bien iluminado. Me di cuenta que me sentía medio raro al percatarme que ella no
estaba, tenía una sensación de extrañarla un poco, una sensación de querer
besarla y estar acostado con ella otra vez para sentir su piel y escucharla
hablar, que me diga qué cosas le gustan, que me diga qué cosas le dan placer,
qué cosas la hacen sentir bien, qué cosas le molestan y qué cosas le dan miedo,
y con una gran sensación de que eso no volverá a suceder.